Una Voz Ajena

Por: César Matamoros


    No puedo evitar que me recorra un escalofrío cada vez que pienso en ella, no me malinterpreten, la amé, tanto como cualquier nieto llega a querer a su dulce abuela, pero eso fue antes, ella era una mujer fuerte y muy alegre, recuerdo perfectamente el sonido de su sonrisa y ese brillo en sus ojos que se encendía con mayor fuerza al verme, pero también recuerdo cuando murió mi abuelo, el amor de su vida, recuerdo verla convertirse en una versión descolorida de sí misma, y fue ahí donde empezamos a perderla sin remedio. La vida ya no era tan sencilla para ella, se confundía con facilidad y un pequeño paseo por el parque podía convertirse en una travesía de toda la tarde por encontrar el camino a casa, fue por esa razón que a mamá le pareció una buena idea traerla a vivir con nosotros, tendría yo unos diez años para entonces.
    Vivir con la abuela me llenó de ilusión, me imaginé atendido día y noche por sus constantes mimos, a pesar aún de que me había sido explicado que ella podía no ser la misma de siempre, eso era difícil de entender a mi edad, ¿Cómo una persona puede no ser la misma de siempre?
    El punto es que vivir con nosotros parecía sentarle bien a abuela, ella ayudaba en la cocina y en la limpieza, cosa que mamá agradecía mucho y a veces jugaba conmigo y me ayudaba en lo que podía de la tarea, por un tiempo todo estuvo bien, la abuela no parecía tan diferente y se sentía útil.
    Una de tantas noches, un viernes, lo recuerdo perfectamente, me desperté en mi cama con ganas de ir al baño, mamá había salido esa noche y abuela me cuidaba, aunque en realidad nunca comprendí que tanto podría hacer ella a su edad en caso de emergencia, pero en fin yo no me quejaba pues la mayor parte del tiempo ella estaba durmiendo o rezando. Cerca de la media noche el exceso de gaseosa hizo efecto y necesitaba urgentemente ir al baño, salí de la cama buscando el apagador a oscuras, prendí la luz y me quedé un segundo ajustándome a la claridad, abrí la puerta y horror, alguien había apagado la luz del largo pasillo entre mi cuarto y el baño, la posibilidades de aguantar hasta el día siguiente eran nulas, así que decidí envalentonarme y salvar la distancia sin mirar a ninguna parte que no fuera la puerta del baño, misión cumplida, tras orinar me lavé las manos y fui al cerrar el tubo del lavamanos cuando escuché algo, una voz, al otro lado de la pared, estuve un par de segundos escuchando, era la abuela – Voy – grité creyendo que me había escuchado levantado y quería decirme algo, salí del baño y caminé a su cuarto en la puerta contigua, estuve a punto de abrir pero me di cuenta que no hablaba conmigo, sino más bien parecía hablar bajito, como para no ser oída, creí que estaba rezando por lo que solté cuidadosamente el pomo de la puerta listo para volver a mi cuarto cuando la escuché decir “Sí amor mío”, definitivamente la abuela no estaba hablando con dios, quedé congelado a medio paso por unas fracciones de segundo, ¿quién podría estar con la abuela, sería mamá?, no la oí llegar, ni vi las luces de su auto, aparte la abuela nunca le dice “amor mío” a mamá, la abuela seguía hablando del otro lado de la puerta, pegué la oreja a la puerta a ver si lograba entender lo que decía, extrañamente quería también escuchar otra voz, una que no fuera la de la abuela, una voz ajena que le diera sentido a toda esta situación, pero nada, de repente hubo silencio, tal vez me oyó. Rápidamente volví a mi cuarto, cerré la puerta con tranca solo por si acaso y traté de dormirme lo más rápido posible, a los pocos minutos de estar en mi cama vi la ventana iluminarse con las luces del carro de mamá confirmándome que no era ella la que hablaba con la abuela.
    Luego del episodio nocturno comencé a comprender a que se referían con que la abuela “podía no ser la misma”, empezó a desvariar, a veces quemaba las cosas que cocinaba porque simplemente olvidaba lo que estaba haciendo, o se quedaba en blanco en medio de una conversación, a mi al principio me parecía gracioso y me costaba no reírme cuando eso sucedía pero después me preocupé cuando a veces yo le hablaba y me miraba como si fuera la primera vez que me veía en su vida, una vez hasta llegó a ponerme una mano en la cabeza y preguntarme “¿Niño quien es tu mamá?” se dio media vuelta y se marchó a su habitación. En las noches yo a veces despertaba y la escuchaba reírse a todo pulmón, sus carcajadas sonaban por toda la casa, la verdad era que no la había escuchado reírse así desde que murió abuelo, en ocasiones le ganaba la curiosidad al miedo y me veía reclinado en su puerta con la oreja pegada ver si lograba escuchar aquella otra voz interlocutora, pero nada, una vez escuché a la abuela decir “ay viejo ya que me vas a matar de risa”, me quedé frío, así llamaba ella al abuelo, a partir de eso oírla reír a media noche era espeluznante y hacía que los cabellos de mi nuca se erizaran, me la imaginaba hablando con el abuelo pero por alguna razón no lograba hacerme una imagen de él como un alma blanca y en paz, si no que la imagen que saltaba a mi cabeza era la de un muerto, en estado de descomposición, eso me aterraba al punto que deje de tomar líquidos en la noche con tal de no tener que ir al baño.
    Un día le hice el comentario a mi madre y lo único que respondió fue “A veces con la edad la gente se imagina en tiempos mejores, y les cuesta diferenciar lo que es real y lo que no, es por eso que tenemos que cuidar tanto a la abuela”, me quedé sentado en la silla pensando, “Eso tiene sentido” me dije a mí mismo “después de todo nunca oí a nadie más en el cuarto con ella, debió estarlo imaginando todo”, convencido a medias traté de concentrarme en las tareas de la escuela.
    Oír a la abuela reír en su cuarto sola llegó a hacerse costumbre, pero su comportamiento era cada vez más bizarro, una vez, estando mamá y yo sentados en la mesa escuchamos la puerta de su cuarto abrirse y cerrarse dando un portazo que estremeció la casa, mamá levanto la cabeza y se reclinó en la silla a ver hacia el pasillo, yo la imité y vi la puerta del cuarto de abuela abrirse nuevamente, esta vez abuela asomó la cabeza y miró por el pasillo, no hacia nosotros sino al vacío “¿Viejo?... ¿Amor donde estas?”, un escalofrío recorrió toda mi espalda y vi a mamá estremecerse también, abuela salió de cuarto y caminó por toda la casa buscando algo, cuando nos vio dijo “¿Qué se hizo ese viejo loco?” no esperó respuesta y volvió a su cuarto, mamá estaba atónita y yo aterrado “¿Mamá, la abuela anda buscando al abuelo?” le pregunté, mamá pareció volver a la cordura y me explicó de nuevo lo que pasa con la edad, esta vez quedé más insatisfecho con la explicación aún y mamá no podía ocultar que ver a abuela así la había asustado también.
    Al tiempo abuela comenzó a tomar hábitos extraños, a las tres de la tarde todos los días se ponía sus mejores ropas, “¿Ya está el café?” gritaba mientras se dirigía hacia la puerta principal, “Ya casi llega mi amor” terminaba mientras ocupaba la silla mecedora que estaba en el corredor, se quedaba ahí por horas, a veces la oíamos hablar y reírse, otras veces se quedaba dormida esperando. “Es que a esta hora llegaba papá del trabajo todos los días, pero eso hace ya muchos años, estaba yo pequeña” dijo mamá cuando le pregunté por la nueva rutina, yo estaba aterrorizado y trataba de no acercarme al corredor cada vez que ella estaba ahí esperando, la idea de ver al abuelo llegar era más de lo que yo podía soportar, era aterrorizante imaginarse aquel cadáver trastabillando hasta a entrada para abrazar a la abuela.
    Empecé a tener pesadillas todas las noches en donde veía la tumba de mi abuelo abrirse y veía salir unos dedos esqueléticos, despertaba siempre pegando alaridos a media noche empapado en sudor. Pero lo peor estaba por venir aún.
    Una noche antes de la cena estaba yo viendo televisión cuando escuché a mamá hablando por teléfono en la cocina, mamá le contaba angustiada a alguna amiga que juraba haber visto al abuelo la noche anterior salir del cuarto, yo me paralicé del miedo al oír esto desde detrás de la puerta y me temblaban las rodillas, definitivamente el abuelo todavía andaba por aquí rondando, el terror no me dejaba ni moverme, estuve ahí un rato mientras al parecer la amiga de mamá trataba de convencerla de que no era mas que producto de su imaginación, mamá ensimismada abrió la puerta y se sobresaltó al verme caer sentado en el suelo del empujón, por fin pude moverme, ella supo de inmediato por mi expresión que había oído, pero no me dijo nada, se limitó a ayudarme a levantarme.
    El estado mental de la abuela iba de mal en peor, ya eran escasos los momentos de lucidez, ella misma a veces parecía un fantasma rondando por la casa con expresión vacía como conociendo el lugar por primera vez, su independencia terminó el día que decidió salir y esperar al abuelo en la calle, casi la atropella un carro que iba pasando, a partir de ahí mamá decidió que no podía estar sola así que me enviaba a mí, para mi desgracia, a hacer mis tareas afuera al corredor con ella, yo salía completamente aterrado. El corredor y el área verde del patio estaban separadas por una pequeña pared de ladrillo que era lo suficientemente alta como para taparme por completo cuando me sentaba en el pasto, así que ese muro se convirtió en mi defensa, si algo pasase yo no vería nada ni sería visto. Todos los días a la tres me tocaba salir, sentarme con la espalda al muro y tratar de concentrarme en la tarea mientras oía solamente el ruido de la mecedora en el piso de madera, y de vez en cuando saltaba del susto cuando abuela reía o hablaba sola, nunca, para mi dicha, escuché la otra voz ajena.
    “Voy al super, cuida a la abuela por favor” me dijo mamá al salir por el patio un día, yo ya tenía alrededor de una hora de estar sentado en el muro, mamá iba con el bolso bajo el brazo lo que indicaba que iba a tardar un rato en llegar, ese día la abuela estaba muy callada, lo cual era bueno para mi tarea de matemáticas, el rechinar de la silla me decía que todo estaba bien, de repente abuela habló “Amor mío” dijo “Porque estas tan feliz hoy”, todo hubiera sido normal de no ser por ese otro sonido que siguió a la pregunta de abuela, no puedo decir que era una voz porque no lo era, era más bien como un gruñido bajo, como cuando uno habla con una almohada presionada contra la cara, y provenía de algún punto de afuera del corredor, los ojos se me llenaron instantáneamente de lágrimas y me encogí cuanto pude contra el muro, “Amor mío pasa, siéntate aquí conmigo” dijo abuela, yo temblaba de pies a cabeza de una manera tan violenta que creí que iba a morir del susto, tuve ganas de vomitar y gritar al mismo tiempo pero me las arreglé para quedarme ahí quieto, el suelo de madera comenzó a crujir, como si alguien muy pesado comenzase a caminar en dirección a la abuela, con los brazos yo me sostenía las rodillas y cerré los ojos tan duro que no parecía probable que los volviera a abrir jamás, yo estaba seguro de que el abuelo estaba ahí, de pie frente a la abuela, muerto y descompuesto, con la quijada colgando de medio lado y la fetidez correspondiente. Yo cerré mis sentidos, no olía, no veía, no sentía lo único que hacía era escuchar como aquel extraño sonido y el crujir del piso se acercaban a la abuela, ella no pareció tener miedo, “¿En serio?” respondía con voz juguetona como si ella si pudiese entender claramente lo que decía aquella cosa. La mecedora se detuvo y se hizo un silencio espantoso, yo estaba a punto de desmayar, “está bien amor mío” dijo la abuela. No sé cuánto tiempo pasó, yo no me iba a mover bajo ninguna circunstancia de esa pared, hasta que sentí que algo me tocó, grité y lancé una patada “aaaayyyy” dijo mamá “chiquillo loco, por poco y me quebras la pierna” se alejó enojada y renqueando, “¿Qué estás haciendo aquí afuera todavía, ya es de noche?”, la escuché subir al corredor, quise gritarle, advertirle pero no pude, “Mamá, despierta” la escuché decir, “¿Mamá?” silencio, pasaron un par de segundos en los que no me moví, mamá hico un sonido como una exhalación y asomo la cabeza por encima del muro, estaba llorando “Ven” me dijo, junté todo el valor que pude y me levanté, la abuela estaba todavía en su silla con la cabeza reclinada hacia atrás como cuando se quedaba dormida, corrí a refugiarme detrás de mamá, “La abuela ya se fue” me dijo con voz ahogada, yo estiré un brazo para tocarle una mejilla a la abuela y el frió que sentí ahí se me pegó a la mano como una goma y me subió por todo el brazo.
    La abuela había muerto y el abuelo había venido por ella, al menos eso fue lo que me explicó mi mamá cuando le conté lo sucedido, me dijo que eso era algo maravilloso que nos va a pasar a todos algún día, yo por mi parte no lo vi tan maravilloso, para mí fue lo más espantoso que me ha pasado, y no puedo evitar los escalofríos en la espalda cada vez que pienso en eso, aun años después.


Heredia entre Abril 2010 y Abril 2011

imágen tomada de http://browse.deviantart.com/?qh=&section=&q=haunted+hallway#/dps314